Vía Verde del Piquillo
History of the Railway
En Castro Urdiales confluían tres ferrocarriles: dos puramente mineros, el de Alén y los de los cargaderos de Dícido; y un tercero también de sesgo minero, pero con servicio universal, también para viajeros y otras cargas, el de Traslaviña.
El ferrocarril minero de Castro Urdiales a Alén se concibió como la vía de salida del hierro extraído en las minas de Alén hasta el embarcadero minero situado en el puerto castreño. Una línea con el poco corriente ancho de 0,75 metros, con pendientes muy apuradas a lo largo de sus 18 kilómetros
Puesto en servicio en 1895, contaba en su cabecera incluso son “planos inclinados”, tramos de rampa en los que los vagones bajaban y subían enganchados a un cable de acero, y algún “cable aéreo”, que llevaba mineral hasta sus vagones por baldes que saltaban los valles de poste a poste. Nunca fue muy rentable, con lo que el efecto combinado de los grandes daños durante la Guerra Civil y la caída de la explotación minera abocaron su cierre tras la contienda.
Por su parte, el tren que unió la rada castreña con la estación de Traslaviña, tiene su arranque en 1894, con la creación de la compañía “Ferrocarril de San Julián de Musques a Castro Urdiales y Traslaviña”, llamada a ser un eslabón más en una fallida línea costera entre Santander y Bilbao. La línea nunca llegó a San Julián, sino que se centró en el enlace en Traslaviña con el Ferrocarril de Santander a Bilbao, por el interior. Un ferrocarril de uso mixto, con dos cargaderos en Urdiales, que inició su explotación en 1898, y que tuvo como cabecera una espectacular terminal castreña. Pero nunca fue muy rentable, y en 1921 tuvo que ser rescatado por el Estado. Explotado por EFE y luego por FEVE, fue cerrado en 1966, y su bella estación término demolida en 1974.
A estas líneas se sumaron las dos trazas mineras de las minas de Setares y Dícido a los cargaderos de Dícido y Saltacaballo. Eran pequeñas líneas desconexas de la red, de ancho 0,75 m, con numerosos cambios en su historia, que arrancan en 1885 y que fueron cerrando en la segunda mitad del siglo XX. Destacaban sus espectaculares cargaderos colgados sobre el mar y sus instalaciones de carga, de los cuales aún se conserva el de Saltacaballo.