Vía Verde del Valle de Turón
Histoire du chemin de fer
La minería del carbón de Asturias fue, sin duda alguna, responsable de una de las más densas redes ferroviarias nacionales. Desde las vías anchas del Ferrocarril del Norte, que comunicaban Asturias y sus puertos con la meseta, a las redes comarcales de vía métrica (mineras y de viajeros), o los angostos carriles mineros de las bocaminas a cargaderos, había pocos valles del corazón de las cuencas asturianas que no sintieran el resoplido de las locomotoras de vapor y el chirriar de vagonetas entre los verdes prados astures.
El valle de Turón no se salvó de la vorágine minera de finales del siglo XIX. En 1890 un grupo empresarial vasco, liderado por Víctor Chavarri, uno de los magnates minero-ferroviarios del cambio de centuria, fijó su interés en este recoleto valle y lo puso patas arriba. Se calaron múltiples pozos y, para sacar el carbón hacia el valle del Lena (eje vertebrador de todo el transporte en el corazón de Asturias), se tendió una curiosa red ferroviaria. La primera parte de la misma, desde Reicastro hasta La Cuadriella, donde se instaló el principal lavadero de carbones del valle, se cubrió con un ferrocarril de vía de ancho ibérico (1,66 m). Desde La Cuadriella hasta casi el pie del puerto de La Colladiella fueron pequeños trenes, de 60 cm de ancho de vía, los que culebrearon entre el río, las quebradas del monte y los pozos mineros para mover, durante décadas, millones de toneladas de esa piedra negra que arde: el carbón.
Nada descubrimos sobre estas líneas si hablamos de la crisis minera asturiana de finales del siglo XX. Desde la década de 1980 se fue produciendo un continuo rosario de cierres de pozos mineros y, al socaire de éstos, la clausura de los ferrocarriles mineros que drenaban su producción. Esta fue la suerte de todos los ramales del valle de Turón, ninguno de los cuales llegó vivo al final del milenio: el de vía ancha sucumbió en 1991, y el de vía estrecha un poco más tarde, en 1994.