Vía Verde do Salnés
Descripción de la ruta
Son apenas 9k, pero concentrados. Partiremos con vistas a la ría de Arousa y llegaremos a una vieja estación que tuvo su razón de ser en la pérdida del poder colonial y el boom de las azucareras patrias. En medio veremos bosques de robles y pinos, eucaliptos centenarios, un jardín de excelencia internacional, plantaciones de albariño y un puente de hierro que nos llevará a los tiempos en que los ingleses mandaban, y mandaban mucho, sobre los ferrocarriles de Galicia; un puente que salva el río Umia que riega una de las vegas más fértiles de esta comunidad.
La ruta
La Vía Verde do Salnés puesta en marcha en 2020 discurre íntegramente sobre suelo gallego. El afortunado fue uno de los primeros itinerarios del ferrocarril en la comunidad, el que unió Carril, estación término de la primera línea de Galicia (Santiago-Carril), con Pontevedra, la capital provincial, en 1899. Atraviesa los municipios de Vilagarcía de Arousa, Caldas de Reis y Portas. Algo más de 9 kilómetros, con tres áreas de descanso, dos miradores y un puente metálico que es, en sí mismo, otro magnífico mirador sobre el río Umia.
La vía nace en la aldea de Abelle (km 0), en las afueras de Vilagarcía. El acceso está señalizado tanto si se sale en dirección a Pontevedra como a Caldas. Se puede llegar a pie, en bici o en coche. Una vez se alcanza la cota de la vía del tren, el terreno más elevado permite ver en perspectiva Vilagarcía y su ría, un auténtico espectáculo para los ojos. Aquí mismo, en el punto de partida, se halla la primera de las áreas de descanso que tiene la vía verde y un panel informativo con el plano general que da la bienvenida al viajero. ¿Estamos listos? Vamos allá.
Un país mimoso
Ya desde los primeros metros, descubriremos hasta qué punto, en Galicia, se puede aprovechar cada porción de terreno: altos emparrados junto a plantaciones de verdura para las gallinas que habitan en una esquina de la parcela, árboles frutales, algún que otro hórreo, asadores… Cuando empezamos a dejar atrás el grupo de casas, una avenida de mimosas (acacias albeatas) nos lleva hacia el primer punto importante de la vía: el pazo de Rubiáns. Una auténtica joya arquitectónica del s.XVIII edificado sobre una torre del s.XV. En sus orígenes fue solar de los Caamaño, familia fundadora de Vilagarcia. Su jardín de estilo francés es sin duda, uno de los atractivos que se puede visitar durante el recorrido por la vía verde. Alberga magnolias, camelias de 800 variedades y algunos eucaliptos lo que le ha otorgado la distinción de “Jardín de excelencia Internacional de la Camelia” y ¿sabes qué viajero? Es visitable durante todo el año previa reserva. En este punto hay también un área de descanso y punto de acceso con parking a la vía verde.
Tanto el bosque de caducifolias que se divisa al fondo de la finca del pazo como el propio paseo de mimosas nos muestran, y demuestran, que ésta es una vía para visitar en cualquier momento del año: cuando las hojas de todos los colores se marchiten y dejen desnudos los árboles, de las verdes acacias empezarán a brotar sus llamativos frutos amarillos, una estampa que veremos varias veces a lo largo de todo el recorrido hasta Portas.
Tras contemplar y/o visitar el pazo, su edificio principal y sus construcciones anexas, sus árboles centenarios, sus parterres de estilo francés y sus miles de camelias, la ruta avanza por una nueva avenida arbolada que llevará al antiguo apeadero de Rubiáns (km 1,7), también recuperado.
En el camino observaremos, a la izquierda, buena parte de la plantación de albariño del pazo. Después, volveremos a encontrarnos con esa típica estampa de las aldeas de Galicia, en las que cada centímetro de terreno, normalmente de minifundio, tiene una utilidad, incluido algún que otro cobertizo multiusos de ecléctica estética. Después de pasar las ruinas del primigenio y modestísimo apeadero de Rubiáns, prácticamente bajo el puente de la circunvalación norte de Vilagarcía, nos adentramos en tierras de Caldas. Para celebrarlo, una nueva área de descanso y sus oportunos paneles informativos. Es en este municipio en Caldas de Reis donde la vía verde conecta con el Camino Portugués de Santiago.
El arrullo del agua
En aproximadamente dos kilómetros, atravesaremos un riachuelo. No será el único en el trayecto hasta Portas. En todos ellos podremos escuchar el arrullo del agua, junto al sonido de las ramas de los árboles mecidas por el viento. Tampoco faltarán los cañaverales o la inequívoca vegetación de ribera: sauces blancos, fresnos, alisos, castaños, robles, laureles… Una flora que observaremos repetida a lo largo de toda vía, aunque casi siempre con las mimosas en primer plano al pie del antiguo trazado y luego todo lo demás, con un horizonte de extensas plantaciones de eucaliptos y pinos, que dan esa imagen de “siempre verde” tan característica de esta zona de Galicia.
A mitad de vía verde, en el lugar de Godos, divisaremos, a la izquierda, las torres eólicas que coronan el monte Xiabre, cuyas modernas aspas contrastan con la estampa, a la derecha, de la espadaña de una vieja iglesia, cuyo telón de fondo es un infinito mar de tonalidades verdes.
Poco después, llegaremos al mirador de O Coutiño (km 5,5), donde también podremos descansar contemplando el río Umia y conociendo, a través de un nuevo panel, algunas de sus características. Al rato, nos encontremos ante una curiosa formación pétrea debidamente señalizada: la Pedra de Rañacús (km 6).
Última estación
El camino nos lleva entonces hasta el puente sobre el río Umia (64 m). Construido en 1897, es una estructura de hierro sobre dos enormes bases de piedra de granito. Justo antes de llegar a él, hay un desvío a la izquierda que, en apenas 50 metros, nos deja en el río. Es recomendable, no sólo porque estaremos en la orilla, sino porque podremos ver la estructura metálica en toda su extensión y comprender el ingenio del hombre para sortear el espacio entre las dos orillas y facilitar el paso del tren. Además, a la izquierda, hay un hermoso sendero que, si se lo seguimos, caminando siempre a orillas del Umia y durante unos 5 km, llegaremos a la villa balnearia de Caldas de Reis.
De vuelta al puente y a la vía verde afrontamos la recta final de nuestra ruta, no sin antes disfrutar otra vez del río, ahora desde arriba, y de las vistas a otro caserío, de nombre Paraíso (la toponimia informa). Reiterada la marcha, las mimosas nos vuelven a cobijar en el camino, cuyo remate se adivina cuando comienzan a asomar los tejados de algunas casas, los emparrados, los postes de luz…
Llegamos así a la última área de descanso, en las proximidades del monte Agoseite (km 8). A partir de aquí, por un camino asfaltado, pronto avistaremos los restos de la azucarera, que, con su imponente chimenea, nos avisa que estamos a un paso de alcanzar nuestra meta: la antigua estación de Portas (km 9,2).
Antes es interesante conocer que esta antigua fábrica de azúcar de Portas es uno de los más bellos ejemplos del patrimonio industrial de Galicia de principios del s.XX que recuerda que cuando en 1898 España perdió sus últimas colonias, una de las consecuencias fue precisamente que dejaron de llegar las remesas de azúcar de Cuba y por ello se empezaron a levantar azucareras en España, una de ellas está de la que hablamos en Portas. Actualmente, la chimenea de la azucarera de 65 m de altura se ha convertido en un impresionante mirador al valle del Salnés y el edificio ahora rehabilitado, tiene uso público: guardería, ludoteca, centro de tercera edad, sala de exposiciones y conferencias.
Un dulce final al recorrido de esta ruta.
