Vía Verde del Río Guadarrama
Historia del Ferrocarril
Corría el año 1887 cuando empresarios belgas comenzaron las obras de un ferrocarril que vincularía la ribera del Manzanares, cercana a la altura del puente de Segovia, con las comarcas del suroeste metropolitano madrileño y el colindante pueblo toledano de Almorox: tierras de labor, de huertas y buenos vinos. El primer tramo del tren, que salía de la madrileña estación de Goya y cubría el trayecto entre las estaciones de Madrid y Navalcarnero, fue inaugurado en julio de 1891. Con posterioridad, en julio de 1901, se inauguró el tramo comprendido entre las estaciones de Navalcarnero y Almorox, con lo que se completó la totalidad del itinerario, 17 estaciones entre las provincias de Madrid y Toledo, con un recorrido de casi 74 kilómetros.
En los años 50, Madrid contaba con pocas piscinas, de tal forma que, cuando el calor arreciaba, había que buscar otras soluciones para divertirse. Gracias al ferrocarril de Almorox, que en su itinerario atravesaba los cauces de los ríos Guadarrama y Alberche, todos los domingos y festivos en primavera y verano, el tren disponía de todo su arsenal de coches y locomotoras para transportar a multitud de madrileños. Éstos, con la tortilla y el bañador, desembarcaban en las estaciones de Guadarrama y Alberche, las denominadas “playas de Madrid”, para pasar dias completos de ocio bajo en algua bajo los metálicos puentes del aquel tren.
Con el paso del tiempo, el transporte de mercancías se redujo y, aunque el tráfico de viajeros se mantuvo, las inversiones de material para su conservación se paralizaron. En diciembre de 1965 el recorrido se limitó hasta Navalcarnero. Pero, en paralelo, Madrid y su alfoz metropolitano no dejaban de crecer. Ello demostró que nuestro modesto tren de via estrecha era insuficiente para la brutal demanda que ya existía. Por ello, el primero de julio de 1970 se cerró la línea ferroviaria para reconvertirla en una moderna línea de cercanías con origen en Atocha, en ancho ibérico, electrificada y en vía doble. El plan era llegar a Navalcanerno, y ahí sigue, con obras avanzadas, pero los nuevos trenes nunca pasaron de Móstoles. Y si bien el tren a Villa del Prado y Almorox desapareció, permaneció en toda una generación de madrileños el recuerdo de maravillosos días de diversión junto a aquellos por entoces límpidos ríos, a los que llegaban en lentos trenes que permitían saborear sin prisa alguna un día perfecto lejos de la gran ciudad.