Ésta es la historia de dos cotos mineros y un ferrocarril. Dos compañías mineras bien avenidas que trabajaban laderas opuestas de una misma montaña y se subieron al mismo tren. La sociedad minera de Mutiloa extrajo de las minas de Troi-Aztiria (coto de Mutiloa) hematites de las chirteras (depósitos de acarreo) que eran lavados en Monastegizar. Si bien también explotó un pequeño filón de hematites con bastante caliza (carbonatos de Hierro), que eran calcinados en un horno para su enriquecimiento en las proximidades de la estación de Ormaiztegui.
 
Para trasladar el mineral a las industrias de transformación, la sociedad vizcaína de Mutiloa decide utilizar un tren de montaña con tracción a vapor. El ferrocarril Mutiloa-Ormaiztegi entra en funcionamiento en 1901 con dos locomotoras, cuya capacidad de trasporte rondaba las 300 toneladas diarias.  El mineral baja por plano inclinado desde el coto minero al caserío de Barnaola. Allí se carga en las vagonetas y el ferrocarril de Mutiloa lo transporta hasta la estación de Ormaiztegi, donde se trasvasaba al ferrocarril del Norte.
 
La compañía minera Cerain Iron Ore extraía carbonato de hierro del coto de Aizpea en Zerain, al otro lado de la montaña que hay sobre el caserío de Barnaola. Esta compañía inglesa construyó un ferrocarril de montaña de apenas 1,5 km. Una locomotora de vapor recogía el mineral extraído en las distintas explotaciones y lo transportaba en vagonetas hasta un plano inclinado, por donde bajaba a los hornos de Aizpea. Tras la calcinación, un tranvía aéreo, de unos 3 km de longitud, transportaba el mineral hasta el caserío Barnaola, donde también se cargaba en el ferrocarril de Mutiloa.
 
Las dos locomotoras del ferrocarril minero de Mutiloa, bautizadas con el nombre de Mutiloa, circularon por última vez en 1927. Aquí acaba la historia del tren que no la de las minas. La mina Troya de Mutiloa continuó su actividad hasta la década de los 80 del pasado siglo. En Zerain, la explotación minera pasó a manos de la empresa alemana Aralar en 1932 y la fábrica de Patricio Etxebarria de Legazpi prolongó su vida desde 1941 hasta su cierre definitivo en 1951.